THE OTHER SIDE OF HOPE
Hablar de infertilidad para muchos es un tema tabú. Las personas que lo padecemos en un principio no tenemos la suficiente información y muchas veces no sabemos a quién recurrir, como empezar y a quien pedir ayuda. La Agrupación Guatemalteca de Infertilidad -AGI- tiene el propósito de ser un grupo de apoyo para todas las mujeres que están pasando por este proceso, para ayudarnos, compartir experiencias, tratamientos y sobre todo tener esa persona que entiende lo que estamos viviendo, porque también lo está viviendo.
Nuestra historia
Por Daniela García
Nunca se me va a olvidar: sentada enfrente del doctor con exámenes en mano y escucharlo hablar de cifras y porcentajes “ustedes como están tiene el 3% de posibilidades de poder tener un hijo”. Llevábamos unos meses intentándolo, pero al ver que no resultaba, una amiga nos recomendó a su doctor, quien es especialista en infertilidad. Nos mandó muchos exámenes, de los cuales yo nunca había escuchado, hasta que nos dio nuestro resultado: palabras y enfermedades de las cuales no teníamos ni idea de lo que nos estaba hablando. Creo que nunca había estado tan desesperanzada en mi vida. Llegué a mi casa y le dije a mi esposo “tienes que dejar de fumar” y empezamos ambos inmediatamente a cambiar nuestro estilo y ritmo de vida.
Al principio no dijimos nada a nadie, no sé si era vergüenza, o ganas de no hablar, pero no contamos nada. Según mi diagnóstico el siguiente paso era una laparoscopia por lo que decidimos contarle a nuestra familia y a algunas amistades cercanas, no sin antes amenazarlos que no dijeran nada. Después de un tiempo nuestra mentalidad fue cambiando, nos abrimos con más personas y tuvimos más apoyo. Sin este cambio de mentalidad en nuestra vida, el proceso habría sido mucho más difícil. Hoy doy gracias por todas las personas que fueron estando en nuestro camino, por todos los rezos, palabras de alientos y sobre todo por el apoyo que hemos recibido.
La peor parte del tratamiento fue que me indujeron la menopausia durante seis meses. Al iniciarlo me dijeron que el tratamiento iba a durar tres meses y luego lo alargaron otros 3 meses más, (eso significa ocho meses de tratamiento por el efecto de la medicina). Cuando uno está en menopausia hay un fuego que lo consume por dentro que le da un calor desesperante, aparte lloraba en todas partes. Lloré varias veces en el gimnasio, en la piscina, corriendo en la banda porque escuché una canción. Pero no era llorar de “lagrimillas”, era un llanto que no sabía cómo parar.
Después de finalizado el proceso de los 8 meses, inicié con los tratamientos. Todo se vuelve un proceso, como una rutina, el día de tu menstruación lloras sin consuelo, después te levantas y sabes que es un nuevo mes, una nueva oportunidad, empiezan las citas con el doctor, los seguimientos, las inyecciones. ¡Por fin llegó el día, estas ovulando! Empiezan las eternas dos semanas de espera en donde si, el mes pasado una amiga te contó que la prima de su amiga le dolieron los dedos de los pies y así supo que estaba embarazada, ese mes también te duelen y te imaginas que sí puede ser tu mes, hasta que llega el día en que la “indeseable” se presenta. Así estuvimos por mucho tiempo hasta que decidimos buscar una segunda opinión. Pedimos recomendaciones y en pareja escogimos a nuestro nuevo doctor y junto con él, estamos recorriendo nuevos caminos.
“Aprendí también que en esos días negros está bien llorar, quedarse en cama, consentirse. Hacer lo que uno tenga que hacer (claro dentro de los límites) para poder estar bien, levantarse y dar el siguiente paso, lo importante es seguir”.
Durante este proceso te encuentras con todo tipo de sucesos. Siempre hay gente que no sabe por lo que estas pasando y siempre te dice comentarios dolientes, sin ninguna intención por supuesto, que en ese momento para ti es lo peor que te pudieron decir y se te quedan grabados (yo tengo dos guardados en mi corazón).
Sobre mi esposo puedo decir que doy infinidad de gracias a Dios que puso a mi lado a la mejor persona para vencer este reto, realmente que si algo me ha dejado de todo esto, es saber apreciar, respetar y amar a mi pareja. Incontables noches me consoló como pudo, me entendió y sobre todo crecimos juntos, claro hay veces que nos peleamos o no estamos de acuerdo, momentos de tensión, pero siempre hemos encontramos una solución.
Todo lo anterior me ayudó a enfocarme en lo que amo: correr. Logré entrenar para la maratón de Chicago y hacer mejor tiempo de lo que yo hubiera esperado ¡así que tuvo su recompensa! Así que ese sería mi consejo, poder enfocarnos en otras cosas que nos gusten, que nos ayuden a levantarnos en esos días negros y nos ayuden a ser más felices esos días claros.
¿Qué he aprendido de mi condición? A dejar de preguntar ¿cuando te vas a casar? ¿Cuando vas a tener un hijo? ¿Cuando vas a tener el siguiente? ¿Cuando?
Aprendí también que en esos días negros está bien llorar, quedarse en cama, consentirse. Hacer lo que uno tenga que hacer (claro dentro de los límites) para poder estar bien, levantarse y dar el siguiente paso, lo importante es seguir.
Otra cosa que aprendí, que se me quedó grabado, una amiga me dijo que tenía la oportunidad de vivir cada fiesta, salida, date, etc., como la última. Por lo que nos tratamos de gozar como pareja como si fuera la última cosa que hiciéramos juntos solos.
Este camino también me acercó a personas que quiero muchísimo, amigas que no eran ni mis conocidas que me han ayudado. El poder platicar con alguien que pasa lo mismo que tu y entiende el sentimiento es lo mejor.
Y así fue como conocí a Tish. Nuestros esposos se conocen y alguien me había comentado que ellos les había costado tener su bebé. Me decidí, le escribí un mensaje en Facebook sobre las mil dudas que había en mi cabeza sobre diferentes tratamientos y nos fuimos a desayunar. No es lo mismo que el Doctor te explique a que alguien que ya pasó por eso te cuente bien. Fue rico el sentimiento de desahogo, ¡la persona con la que estaba hablando entendía lo mismo que yo! Y no me tenía lástima. Sabía que si lloraba porque alguien estaba embarazada, no era por esa persona, o porque no me alegrara, sino porque no entendía por qué no me pasa a mí.
Así fue como decidimos hacer algo para poder acercarnos a otras mujeres que están en la misma situación que nosotros, poder extender nuestro grupo y poder ayudar y ayudarnos. Nos contactamos con la presidenta de la Asociación de Infertilidad en Latinoamérica, quien nos dio todo su apoyo y guía para poder formar nuestro grupo de apoyo AGI (Agrupación Guatemalteca de Infertilidad)
Sé que hay mujeres que llevan un camino mucho más recorrido que el mío, que llevan más años de tratamientos, momentos difíciles. Esto es solo un pedazo de nuestra historia para que sepan que no están solas, habemos muchas parejas pasando por lo mismo, y sobre todo mujeres que estamos dispuestas a platicar y compartir, para que de alguna manera la carga sea un poco más liviana.
Si quisieran pertenecer a nuestra comunidad escribanos a agi.apoyo@gmail.com
La del “problema”
Por Tish Cadena
Incluso antes de que empezáramos a pensar en tener un bebé, la gente ya hablaba: “ella seguro no puede quedar embarazada”. Inmediatamente desde que me casé comenzaron las preguntas ¿y cuándo el bebé?.
El tiempo empezó a pasar y yo no quedaba embarazada, igual me sentía tranquila pues el ginecólogo con quien iba en ese entonces, me decía que estaba nítida, que en cualquier momento lograría un embarazo. Si estaba nítida: ¿por qué entonces no quedaba embarazada? Fue cuando decidí ir con una homeópata, quien al observar mi ojo, con poca delicadeza me dijo: “¿sabe qué? USTED ES LA DEL PROBLEMA. Así como está no podrá quedar embarazada nunca”. Mi esposo estaba conmigo, sentí que habíamos encontrado al culpable y el culpable era yo.
Cuando pienso en la palabra infertilidad la imagen de un desierto árido, sin vegetación y sin vida viene a mi mente. Creo que por eso nunca acepté mi diagnóstico: -Infertilidad sin causa aparente-. En otras palabras, no podía quedar embarazada y tampoco me podían dar una razón que me explicara el por qué.
Es duro sentir que uno es la del problema, la que no le puede “dar” hijos al esposo; yo sentía que cualquiera podía menos yo, me sentía incapaz. Gracias a un proceso de terapia entendí que uno no da hijos a nadie, que no es cuestión de voluntad, de no sentir estrés, de relajarse, de hacer dieta especial, de tener relaciones en cierta posición, de frotarse un huevo en la panza, de dejar de pensar en eso, de desearlo más, de no sentir ansiedad. Probablemente lo anterior ayude, pero no es la causa ni la solución.
Uno de los mejores consejos que recibí fue el de ser abierta con la situación; las personas insisten y preguntan “¿Para cuándo el bebe?” “Tanto tiempo de casados, qué, no quieren un hijo?”. El tiempo pasa, después uno no tiene la misma paciencia y energía. Yo encontré que la mejor respuesta era la sinceridad. Así que contestaba: “tengo problemas para quedar embarazada” o “cuando Dios diga”. Creo que entonces las personas comprenden que aunque parece que los caminos son predeterminados (casarse, tener el primer hijo, el segundo, etc). Pueden haber intereses, caminos y dificultades distintas.
Preguntas como las anteriores, para alguien que está viviendo incertidumbre, e intentos fallidos, viene a ahondar los sentimientos de inseguridad, tristeza, desesperanza, enojo, e irritabilidad que ya estamos sintiendo; y la realidad es que vivimos con la angustia de no tener esta respuesta.
Las conjeturas de las personas son interesantes, y aunque muchas veces sus intenciones son buenas, más allá de ayudar, suman estrés. Encontré que muchos elaboran sus teorías (a veces erróneas) del por qué uno no puede quedar y en ocasiones, con afán de ayudar, se las comparten. Sin embargo pienso que quien no está pasando por esto no puede realizar que uno está haciendo absolutamente todo lo que está en sus manos para que si suceda.
Fueron siete años de innumerables tratamientos, los cuales implicaban visitas constantes al doctor, tomar o inyectarse distintos tipos de medicinas y hormonas, operaciones, exámenes de laboratorio y por consiguiente cambios en mi cuerpo y en mi estado de ánimo. Estos años significaron un período de sube y bajas emocionales, con algo que se volvió casi predecible. Iniciar el tratamiento, esperar, darse permiso de sentir esperanza para luego desilusionarse. Viví en una permanente montaña rusa de emociones, lo que significó para nosotros como pareja y como personas individuales un desgaste emocional, psicológico, físico, económico y espiritual, acompañado de muchos cuestionamientos, donde es normal preguntarse ¿por qué a mí o por qué yo no?
“Ahora soy yo la que le digo a las mujeres que pasan por esto: VALE LA PENA, SIGAN EN LA LUCHA, NO SE TRATA DE ENCONTRAR CULPABLES. Se trata de caminar juntos, de apoyarse, de subirse juntos a la montaña rusa. Busquen apoyo, individual y como pareja. Y sobre todo mientras se encuentran en este camino, no olviden de gozar todo lo que la vida les ofrece”.
Solo después de tanto pensar en por qué tantos embarazos indeseados, por qué yo queriendo ser mamá con tantas ganas no lo conseguía, comprendí que tener un hijo no es un castigo o una recompensa. Simplemente a mí y a mi esposo nos había tocado luchar por ello.
A través del tiempo encontré personas que estaban pasando por situaciones similares y sentí un apoyo indescriptible con quien formamos amistades muy profundas. Es muy importante sentirse acompañado. Sentir que alguien más siente exactamente como tú sientes y entiende lo que tú sientes porque lo está viviendo. También sentí el apoyo de familiares y amigos que pedían por nosotros, que nos hacían sentir su apoyo, por medio de llamadas, oraciones, mensajes y su presencia.
Diez años después de tantos tratamientos vino mi hija, un milagro que esperamos por mucho tiempo. Es interesante, pues teniendo una hija, sigo siendo infértil. Nuevamente me encuentro con cuestionamientos tales como “¿por qué no le doy el hermanito?”, o “¿por qué solo con ella me voy a quedar?”. Yo ya no explico más, pues para mi ella lo es TODO. Muy lejos de ser “solo” una, nuestra hija es todo lo que podemos haber deseado y más.
Con los ojos cerrados volvería a hacer lo que implicó lograr quedar embarazada. Mi doctor, quien vivió todo a mi lado, y quien me brindó un apoyo incondicional, fue quien más me alentó a seguir adelante, a seguir en la lucha. Siempre me decía “vale la pena”, “no se desanime”, “siga en la lucha”, “ánimo, va ver lo lindo que es tener un hijo”, sus mensajes y su apoyo fueron determinantes.
Ahora soy yo le digo a las mujeres que pasan por esto: VALE LA PENA, SIGAN EN LA LUCHA, NO SE TRATA DE ENCONTRAR CULPABLES. Se trata de caminar juntos, de apoyarse, de subirse juntos a la montaña rusa. Busquen apoyo, individual y como pareja. Y sobre todo mientras se encuentran en este camino, no olviden de gozar todo lo que la vida les ofrece.
Siempre había querido apoyar a personas que pasaban por esto, pero nunca hice nada concreto. Un día recibí un mensaje de Daniela quien quería platicar conmigo sobre lo que le pasaba. Fue valiente de su parte, pues nos conocíamos muy poco. Me sentí halagada y su historia la sentí como mía, su tristeza mi tristeza, su incertidumbre mi incertidumbre, su esperanza mi esperanza. Juntas hablamos de querer llegar a más mujeres que tienen dificultades para quedar embarazadas. Y ella con mucho impulso se puso a trabajar. Fue así como dos mujeres con problemas de fertilidad dieron luz a una agrupación que buscar que las personas que atraviesan dificultades para lograr un embarazo, no se sientan solas, se sientan apoyadas, que cuenten con espacio y personas con quienes hablar.