UNA DIFÍCIL DECISIÓN
“Seis días después de cumplir 20, me enteré que estaba embarazada de él”.
Aunque personalmente no me molestaría dar mi nombre y apellido no puedo hacerlo porque quiero guardar la privacidad de mis hijas y esposo, pero quisiera ser lo más franca como sea posible al contar mi historia, porque creo que puede ayudar a crear conciencia, no solo del dolor y el daño que le provoca a una mujer el aborto, sino también lo tóxico que es el ambiente en el que vivimos y las circunstancias que me llevaron tanto a tomar la decisión de abortar como a reconocer lo que había hecho para empezar a perdonarme.
Soy guatemalteca de descendencia alemana, mis padres se divorciaron cuando yo tenía 10 pero siempre fueron muy amorosos. Soy la mayor de tres, y la única mujer, no vengo de una familia muy religiosa aunque sí nos bautizaron. Tuve una infancia y adolescencia muy normal y tranquila. Fui a un colegio privado bilingüe, era buena estudiante, tenía un grupo de amigos muy bonito y un novio con el que duré tres años y medio del cual estaba completamente enamorada. Cuando me gradué, me fui becada a estudiar a Estados Unidos y él decidió estudiar en Guatemala, por lo que la separación para mí fue devastadora.
El había sido mi única pareja sexual y por quien había empezado a usar pastillas anticonceptivas con la seguridad de que no quedaría embarazada. Pero al terminar mi primer semestre en la universidad la relación se había vuelto bastante tensa por los celos entre ambos y decidimos terminarla. Al poco tiempo supe que él ya estaba saliendo con alguien más y yo decidí conocer a otras personas y “no dejar que me amargara” la experiencia de vivir. Aunque no era excesivamente parrandera, me la pasaba bien y durante una fiesta conocí a un joven colombiano que estaba de intercambio un año en mi universidad, con quien salí más o menos 4 meses durante los cuales aún tomaba pastillas pero digamos que era un poco irresponsable con las horas. Solo tuvimos relaciones tres veces y en las 3 utilizamos condón. Seis días después de cumplir 20 años me enteré que estaba embarazada de él.
Me hice la prueba de embarazo con dos meses de retraso sabiendo que la decisión estaba tomada. Seguía enamorada de mi ex novio, mis papás “me iban a matar” si se enteraban, yo no estaba lista para ser mamá, perdería mi beca universitaria, no podría seguir haciendo el deporte que me gustaba y el papá del bebé no era ni mi novio y se regresaba a otro estado en menos de tres meses. Además a las únicas dos personas a quienes le conté me dijeron que esta era la mejor y mas fácil solución. Salió positiva y no dormí en toda la noche, lo curioso es que estaba enojada no triste, estaba enojada con esta consecuencia que creí que era “imposible” porque me estaba “cuidando”.
Al día siguiente fui a hacerme una prueba de sangre a la clínica de la universidad y me lo confirmaron, esa misma tarde le pedí a mi mejor amiga que llamara por mi a la clínica de abortos (curiosamente fui a Planned Parenthood, entidad que ahora está bajo investigación por la venta de órganos de bebés**. Enterarme no me extrañó pero me produjo mucha tristeza y dolor). Lo primero que dijo la señorita al otro lado del teléfono fue “No te preocupes, podemos ayudarte.” Me sorprendió que ni siquiera me preguntó si la noticia del embarazo era positiva o negativa, ella lo que quería era hacer la venta y lo logró.
Llegué a mi cita a las 10:45 de la mañana un miércoles a mediados de febrero, me acuerdo desde lo que desayuné y llevaba puesto, hasta el olor dentro de esa habitación en la que me sentí más sola que en cualquier otro momento en mi vida, aún sabiendo que mi prima hermana estaba del otro lado de la puerta esperándome y que ella también había pasado por un aborto. Del procedimiento recuerdo muy poco, solo que sentía mucho dolor y que hubo mucha sangre durante el parto. Para mi sorpresa, tenía entre 12 y 13 semanas de embarazo y después del medicamento, di a luz a un niño muerto al que se llevaron como basura en un plato a desechar. Lo vi, estaba completamente formadito, con manitas y pies.
“Lo primero que dijo la señorita al otro lado del teléfono fue “No te preocupes, podemos ayudarte.” Me sorprendió que ni siquiera me preguntó si la noticia del embarazo era positiva o negativa, ella lo que quería era hacer la venta y lo logró”.
Desde que supe que estaba embarazada no lloré hasta que habían terminado con el aborto y lloré por más de 48 horas sin parar. Mi prima me repitió que este sentimiento pasaría y que era normal. Les aseguro que la tristeza me duró años y cuando empecé a enfrentar las emociones y a perdonarme se volvió manejable, pero nunca pasará.
Me dediqué a auto convencerme que había tomado la decisión correcta y que yo era dueña de mi vida. Tenía claro que el argumento “es mi cuerpo” no era válido porque yo había visto el cuerpo completamente formado de mi bebé, pero eso no iba a decírselo a nadie. Con mi prima y mi amiga hablé tal vez un total de dos veces sobre mi aborto y decidí que “ya no quería recordarlo”, aunque en el silencio de mi cuarto lloraba casi todas las noches, aunque siempre buscaba una excusa. Durante años, cada vez que tocaba mi abdomen sentía un vacío físico, lo sentía.
A pesar de todo no estaba dispuesta a aceptar que había cometido un error y todavía me siento responsable porque incluso defendí el aborto en debates universitarios, se lo aconsejé a jóvenes que seguramente arruinaron su vida tanto como yo y si alguien sacaba el tema en alguna conversación durante mis visitas en Guatemala me molestaba mucho y reprochaba esas “actitudes retrógradas” en un país anticuado, abogaba por las pobres mujeres que eran abusadas o en casos de la salud de la madre, etc.
Conversando con mi mamá, que estaba de acuerdo con el aborto en esos “casos especiales”, una vez que me vio muy exaltada me preguntó si tenía algo que contarle. Habían pasado dos años desde mi aborto y hasta entonces le conté. Ella no podía creerlo y fue la primer persona que me preguntó si me arrepentía y por primera vez reconocí que sí. Ambas hemos cambiado nuestra manera de pensar, especialmente porque nos hemos dado cuenta que en ningún caso el aborto es una solución y que a la mujer le hace más daño que bien.
Decidí acudir a una psicóloga que me ayudó mucho, le conté lo que sentía, los sueños que tenía en los que oía llorar a mi hijo, un niño al que le puse Daniel. Hasta este día, la época de San Valentín es difícil para mí. No tengo ninguna duda que el aborto le arruina la vida a la mujer, aunque crea que está haciéndolo por su bien, y en muchos casos tiene efectos terribles en su salud que podrían hasta causarle la muerte. A mí me provocó serios problemas e infecciones uterinas que después de tener a mis dos hijas me obligaron a quitarme la matriz, pero a otras les provoca quedar estériles y ahora incluso se ha demostrado que hay una relación directa entre el aborto y el cáncer de mama.
Conocí a mi esposo en mi último año de universidad, fuimos muy amigos durante más o menos un año y antes de hacernos novios le conté mi experiencia. Él es católico y su reacción me ayudó mucho a comprender el perdón y la misericordia de Dios, me dijo que podía ver hacia delante y que mis errores no me definen, que mi vida valía y que encontrara la verdad. Nos comprometimos ocho meses después de habernos hecho novios y nos casamos seis meses después. Mi hija mayor tiene ahora 10 años y la segunda tiene 7, yo estoy por cumplir 36.
“No tengo ninguna duda que el aborto le arruina la vida a la mujer, aunque crea que está haciéndolo por su bien, y en muchos casos tiene efectos terribles en su salud que podrían hasta causarle la muerte”.
El año pasado la mayor me preguntó qué era el aborto y porqué existía, y debo admitir que aunque nunca se borra de la mente, llevaba al menos 6 años de no hablar del tema con nadie, ni con mi marido. ¡El corazón se me bajó a los pies! No pensé que mi hija estaba preparada, ¡ni cerca!, para hablar de este tema siendo tan chiquita (9 años) y mientras se lo explicaba no pude contener el llanto, se lo expliqué lo mejor que pude y le dije que habían mujeres como yo que se sentían perdidas y solas y de quienes otros se aprovechaban y cometían este terrible error por egoísmo y por confusión y que se arrepentirían toda la vida. Nunca pensé que se lo iba a contar a mis hijas, mucho menos la primera vez que me preguntaran del tema.
Ella me tomó de la mano y me dijo “mami, yo te perdono y mi hermanito (nunca le dije si era niño o niña) está en el cielo y no solo te perdona sino que te quiere mucho y nos cuida desde allá.” Ese día cerré el capítulo más largo y oscuro de mi vida y decidí honrar la vida de Danielito amando a mi familia como hubiera querido hacerlo con él y decidí que dedicaría mi vida a educar a mis hijas para que crezcan amando y valorando la vida y amándose y respetándose a ellas mismas, además afirmé mi decisión de contar mi historia para ayudar a otras mujeres en situaciones similares.
Si mi historia aquí puede ayudar a una sola mujer que se siente sola y desesperada, o si sirve para dar consuelo a otra mujer como yo que se equivocó tan gravemente habré cumplido mi misión en esta vida.
Redacción por Lucy Frank*
*Los nombres en este texto, al igual que el de la autora, han sido modificados para proteger su identidad.
** Aún no se ha comprobado ningún caso de Planned Parenthood que demuestre este argumento, aunque existe un debate fuerte en Estados Unidos entre ambas posturas para descubrir la verdad.