Culinary Review
A TASTE FROM INDIA
Por: Bosé
Everest es un restaurante relativamente nuevo, de sabores especializados, intensos e inesperados para el paladar guatemalteco. Dentro de plaza La Noria, Everest nos muestra desde la entrada una invitación para descubrir algo que aún no conocemos y, considerando la escasez de este tipo de restaurantes en la capital, es refrescante para el paladar.
Al acercarse al restaurante te recibe una mujer con vestimenta tradicional y tienes la opción de cuatro tipos de mesa y tres ambientes. La terraza de la plaza comercial, el bar dentro del local, mesas en el segundo nivel del local, un espacio más privado, o las mesas tradicionales a ras del suelo (también en el segundo nivel).
La decoración de madera a juego con las mesas oscuras, las servilletas plegadas en forma de montaña, las lámparas de aceite, las pantallas de papel y las plantas en las paredes agregan cierto misticismo que encanta la vista y contrasta con los individuales de papel craft impreso.
Aunque el físico del menú es poco atractivo, leerlo es fácil y entretenido. Mantiene un orden claro con descripciones limitadas a lo que son, sin adjetivos u adornos innecesarios. Invitando al comensal a familiarizarse con nombres exóticos como samosas, Mahal Ka, Tikka, naan o pakora.
La comida es sencilla y la variedad y forma de los platillos indican que la mejor forma de disfrutarla es en grupos grandes seleccionando varios platillos, incluso guarniciones, para compartir y servirse cada quién como una comida de familia. Los sabores son fuertes por el alto contenido en especies, la selección de picantes es agradable al paladar y poco agresivos (a diferencia del picante latino que encontramos en comida latinoamericana).
La carta de bebidas es similar, una sencillez que invita a probar algo inusual, como la bebida de la casa Cardamomo frozen que sería más atractiva si su elaboración fuera una infusión, en vez de una mezcla bruta, sin embargo su intensidad logra un balance con el resto de la comida.
El servicio es atento y agradable y por la informalidad percibida mezclada con mucho tacto la experiencia es acogedora mientras que el no saber responder sobre algunas elaboraciones o preparaciones deja que desear.
De sus platillos vale la pena mencionar las samosas, unas empanadas rellenas con un sabor y textura ligera que abre el apetito. Son del tamaño adecuado para probar y preparar el paladar para un menú de sabores más intensos. El plain naan, un pan plano tradicional que funciona muy bien para balancear los sabores entre bocados, al igual que el arroz basmati.
Entre los platos fuertes el cordero demuestra ser una carne muy noble, su textura blanda en medio de una salsa condimentada despierta el apetito al acercarse a la mesa con sus aromas y como contraste el Raita, una salsa de yogur, relaja la intensidad previa del cordero.
Para finalizar, el postre Gulab Jamun es un final ligero que no sorprende y te hace cuestionar la experiencia hasta que te presentan un plato de semillas aromáticas de cortesía que despiertan nuevamente los sentidos. Si comparamos la experiencia a una melodía esto sería como el fadeout del momento que deja el deseo de volver a empezar con una percusión que marca el último momento.
Everest es un restaurante de comida tradicional y como tal sobresale por su sencillez. La experiencia no la hacen ellos sino el cliente, ellos se limitan a entregar los elementos para crearla y, por eso, es importante considerar que esta comida está diseñada para compartir y descubrir en familia, en grupo, en informalidad y confianza.