THE TREND HUNTERS
A la búsqueda del estilo
Por Indira Arias
Cuando me dijeron que el tema de la edición de enero sería “La vida es un viaje”, inmediatamente pensé en los buscadores de tendencias. Esas personas que vamos a llamar de afortunadas (porque lo son) y que forjan su profesión recorriendo el mundo, fotografiando lo que su instinto les dicte que va a ser un futuro éxito en la moda. Un poquito de ojos de águila que apuntan el norte, que hacen lectura sociológica y nutren su cultura general. Lentes que ven sin ser vistos y que trabajan para grandes marcas o casas textiles.
Mi primer acercamiento con este perfil de profesionales fue mientras estudiaba en la universidad. Recuerdo como si fuera ayer a una de las profesoras encargadas de dar cada primer lunes del primer cuatrimestre de cada año una sesión de tendencias en clase magistral de cinco horas. Como la clase se llenaba de estudiantes, desde los que teníamos cara de recién llegados hasta los mayores (esos que ya tenían seguridad en su andar), había que llegar temprano, buscar un lugar adelante y prepararse para ver miles de imágenes, estampados, colores, texturas y conceptos con los cuales después basaríamos nuestro trabajo de diseño. Mientras escribo sobre esto pienso lo agradable que es recordar las diapositivas llenas de calle, imágenes marcadas por cotidianidad, que a lo mejor eran obvias, pero necesitábamos que las curaran para poder aprovecharlas mejor.
Paula, esta profesora de quien les cuento y quien me introdujo a los trend hunters, merece un párrafo dentro de este relato. Ella fue de las primeras personas que conocí formadas en Diseño de Moda, en Italia. Contaba las historias con naturalidad o tal vez seriedad, dentro de una industria que hace quince años apenas empezaba a nacer en el país. Pronunciaba los grandes nombres como amigos, y lo mejor, tenía un estilo y voz propia. Trasmitía una seguridad en la carrera que habíamos elegido, desde su lenguaje corporal y su propuesta visual. Me atrevo a decir que era una hipster antes de que masticáramos la palabra. De mamá actriz argentina maravillosa, tenía un corte de cabello con fleco, una cara con poco maquillaje y decía que su cuerpo estaba en su lugar gracias a los
(hoy conocidos como) mom jeans.
Me parece importante relatar esa parte de la historia, ya que este artículo se basa en mi visión de cómo cada uno puede y debe ser su propia definición de estilo. Al salir de esa clase, normalmente yo sabía qué inspiración iba a marcar mi trabajo del año. Cuál tendencia, previamente definida por un profesional, iba a explorar y explotar para mi beneficio en un proyecto que me representara.
Así han pasado los años y este formato o conocimiento (supongo), quedó de forma orgánica. Me falta la teoría de saber hacia dónde va el mundo según un experto, pero sí un instinto, el mío. Y ese es el que hoy les propongo nutrir: su estilo a través de sus ojos, su inspiración y sus emociones. Todo lo que nos haga detenernos puede ser una clave para decir quienes somos. Podemos ser tan afortunados como los buscadores de tendencias, porque el mundo está aquí para nosotros de manera casi gratuita. El precio es abrirse y dejar entrar lo que nos haga brillar. Lo que nos haga ser únicos.
Cuando pienso en las mujeres con estilo que me rodean y fascinan, veo un elemento en común y es la sensibilidad. Han desarrollado un visual más allá de las prendas o los accesorios que, lógicamente, portan con una gracia exquisita. Hay algo más que me hace detenerme y observarlas, algo que las hace interesantes. Es un brillo que se ve original, más que único y personal.
Busquemos un estilo personal, busquemos en lo que nos roba la atención, en aquello que se ponga en contacto con nuestro interior. La vitrina de una tienda es llamativa y si es de nuestro agrado seguro nos va a hacer entrar. La vitrina del mundo es infinita y allí hay más variedad y gracia. Allí nacemos. Allí soñamos.
Mientras pienso en cerrar estas palabras me vienen a la mente tantas mujeres guapas que me han cautivado en más de una ocasión. Cada una es una historia que no se repite. Desde las clásicas, elegantes, (tal vez más estructuradas); hasta las románticas que combinan estampados con una dulzura interior. O las que son geniales sin esfuerzo y a lo mejor (ahora que analizo), ni saben lo que provocan, porque es su instinto el que las mueve.
Me llega un pensamiento más, y les soy sincera, me emociona: es lo que me ha gustado toda mi vida ver mujeres bien vestidas, desde que tengo memoria en la tienda de mi mamá. Cómo hablábamos sobre una pieza que era para tal persona o para cual otra, porque sabíamos que cada mujer es un estilo diferente y nosotras queríamos resaltar esa individualidad. Crecí admirando ese deseo de hacer sentir bonita y especial a cada señora que confiaba en mi mamá para lograrlo y creo que se volvió una necesidad en mí: promover la singularidad en cada persona. Al final, somos únicas en la creación.
Fotografías: Servicios