Explorando la fragilidad masculina
Su apartamento/estudio resulta un homenaje a sus raíces: macetas con cactus, la jarrilla de peltre celeste, sillas con hilos plásticos que recuerdan aquellas colocadas por los lugareños en la entrada de las casas, durante las tardes calurosas en Zacapa, de donde Alexander es originario. Estos objetos comparten espacio con fotografías en gran y pequeño formato, una piñata de diablito en una urna de vidrio, una letra similar a las de la Torre de Parqueos, en la zona 1, y una colección de elementos que lo hacen un espacio donde el arte se respira, se siente, se vive.
En la sala, una gata blanca se mueve a su antojo, Alexander la amonesta desde una silla negra, donde se acomodará para conceder esta entrevista. Tiene 28 años y asegura que, si se reencontrara con su yo de 10, el niño que fue estaría satisfecho. Hace lo que siempre quiso: crear. Siempre le gustó el dibujo, ilustraba edificios, casas y ropa, así sus primeros pasos de la que sería una carrera prominente. Pero, ¿hubo algún punto generador de sus pasiones?
“Recuerdo haber encontrado unas revistas VANIDADES viejísimas, en la casa de mi abuela. Ahí me topé con la historia de Pierre Cardin: La gente piensa que es francés, pero nació en Italia. Durante la guerra se cambió el nombre de Pietro a Pierre, elaboró una chaqueta militar con una carpa de campaña, le añadió una piel de conejo que le vendió su vecina y se marchó a París a conquistar el sueño de ser diseñador. La historia cambió mi vida porque descubrí que las metas se pueden alcanzar, incluso puedes cambiar tu nombre si eso ayuda a la causa”, explica Alexander. Los fines de semana de su infancia transcurrían entre Zacapa y la Ciudad Capital, a donde su familia se trasladó cuando tenía un año.
Ocupaba su tiempo estudiando las revistas, analizando las ilustraciones, las telas y formas de los vestidos. Tiene seis hermanos, uno mayor y una menor. Se sentía más cercano a su hermana, jugaban juntos y le cosía ropa a sus muñecas. “Mis papás nunca me dijeron: tú no podés jugar eso porque es de niñas. Al contrario, siempre me apoyaron. Les sorprendió que yo tuviera intereses distintos al resto de mis hermanos, pero nunca lo vieron como algo negativo, al contrario, lo incentivaron llevándome a clases de dibujo y pintura”. En algún momento de su pubertad, recuerda estar viendo los Premios de la Academia, cuando presentaron el galardón al mejor vestuario su papá le dijo: “algún día podrías hacer eso: elaborar vestuario para películas. Cuando cumplí 18 años me regaló mi primera máquina de coser”. De un hogar donde la creatividad no encuentra “peros” solo podía desarrollarse una mente brillante.
Look Magazine ¿Crees que en tus diseños existe alguna referencia de la cultura de Oriente o lo que viviste?
Alexander Ayala – Mis recuerdos de niñez son de Zacapa. Recuerdo que los chavos salían con t-shirt y una toalla enrollada, como si fuera una falda. Se me hacía estéticamente hermoso. Me gusta tener estos modelos rudos que contrastan con las telas rosadas que portan, por ejemplo. Nos han inculcado un tipo de masculinidad que pocos hombres están dispuestos a romper y parte de lo que intento hacer es jugar con eso. De ahí que diseñe menswear, siento que nadie le está hablando a los hombres.
LM- La mayoría de diseñadores guatemaltecos se dirigen a mujeres, ¿qué te inspiró a dirigirte a los hombres y cómo ellos consumen tus piezas? ¿Qué retos encuentras?
AA- Siempre fui de la idea de usar una prenda si me gustaba, sin importar si era para hombre o mujer. Pero me di cuenta que, si le quería hablar a ellos, debía hacerlo en su idioma: si yo vestía a una modelo y después les decía a los hombres, “ustedes también lo pueden usar”, no me iban a creer. En cambio, tengo clientas que ven mis diseños y no les importa quien los porte, igual los consumen.
Logré encontrar el lenguaje que ellos entenderían y mis clientes son felices usando la marca, les parece novedosa. Los hombres a los que quiero vestir no tienen miedo, son seguros de sí mismos. A veces utilizan a las piezas con un styling distinto al que yo plantee y digo “que cool se ve”.
LM- Si tu ropa fuera una persona, ¿qué clase de persona sería?
AA- Todas las prendas que elaboro son aquellas que me pondría, que quiero y que me gustaría que las personas utilicen. Pienso en la comodidad, que sean prendas bonitas, pero, más importante, que digan algo y reflejen una realidad, una idea, lo que pasa por mi mente. No me defino como diseñador, no estudié moda o diseño, sin embargo, me veo como alguien que crea, que transmite ideas.
La primera colección que presenté en Guatemala, “Ensayo sobre la Ceguera”, era una crítica a la desconexión actual: comunicándonos por teléfono aún estando uno al lado del otro. Eso me parece horrible. Los modelos llevaban visores de realidad virtual, como quien no ve más allá de lo que hay en la pantalla. “Babel”, se inspira en el transporte público que no es funcional, pero posee cierta belleza. Yo lo utilizo mucho. Estar dentro de una camioneta significa adentrarse a un universo estético y cultural único, y deseaba representarlo: La Torre de Babel es como nuestra sociedad, hablamos diferentes idiomas, no logramos ponernos de acuerdo, pero, aún en ese caos existe belleza.
LM – No estudiaste moda formalmente, ¿cómo fue tu incursión en este mundo?
AA- Intervenía mis jeans, aprendí a coser bien y modificaba mi ropa. Cuando salí del colegio estudié Diseño Gráfico, pero no era para mí. Estaba asustado porque decía ¿qué voy a hacer? Conocí al diseñador Pichi V. por un amigo en común, él tenía esta revista, Philos, y buscaba a alguien en su equipo. Trabajé con él y yo me ofrecí a ayudarle en sus pasarelas, organizar modelos, cargar cosas y organizar las cosas en backstage. Así entré a este mundo. Por él conocí a distintas personas, trabajé como freelance para diferentes marcas. Después de dos años dije, ‘bueno, ya trabajé dos años gratis para todo el mundo. Me toca’.
Ahora o nunca
Era su momento. Alexander trabajaba en una cafetería, en la Universidad. El complicado (y muy cansado) horario de 12 horas no reducía su ánimo, al contrario, la meta estaba cerca y su empleo le permitía ahorrar. Compró los materiales para crear una colección negra, blanca y gris. Un amigo modelo lo contactó con los organizadores de El Salvador Fashion Week.
Después del respectivo saludo.
– Planeo una colección para tal fecha. Me dijeron que te hablara.
-Sí, tengo una noche de diseñadores emergentes, ¿tienes bocetos?
Alexander los envió y ese fue el “Golden ticket” para entrar a la fábrica de sueños: La Moda.
En dos semanas él, la mamá y la tía de un amigo se pusieron manos a la obra. Terminaron la colección y junto a su amigo abordaron el bus. Él cerró la noche de diseñadores emergentes en el evento, fue algo surreal algo que siempre quiso hacer. Su colección se llamaba “Miércoles de Ceniza”, una crítica a la educación de los colegios católicos. Una interpretación personal de su experiencia. Al regresar a Guatemala se arriesgó y realizó su primer evento. Ya no había vuelta atrás.
LM- ¿Cómo ha evolucionado tu diseño desde aquella primera experiencia (6 años han transcurrido)?
AA- El diseño, como todo en la vida, es un proceso de maduración. Siempre he querido decir algo, pero, en cuanto al diseño, era muy tímido para experimentar con colores y materiales. Mis primeras colecciones eran bastante monocromáticas, arquitectónicas, con formas marcadas. Ahora, con la seguridad que me ha dado la experiencia, me he arriesgado al uso de texturas, colores y materiales. Uso materiales inesperados. Uno de mis mayores éxitos fueron las bomber jackets hechas de toalla. Al principio de mi carrera lo hubiera pensado dos veces, no hubiera corrido ese riesgo. También he experimentado con diseño de joyería y muebles. También colaboro con otras personas que están tratando de decir algo como Kontra (Kontra Marín). Yo le doy piezas y el me da música para mis desfiles. Creo que logramos hacer algo importante, dar un mensaje fuerte y claro.
LM- ¿En Guatemala se puede vivir de diseño?
AA- Desde 2013 trabajo con otra marca de diseño: Maison Escarlata. Veo el área de diseño gráfico y redes sociales. Hacer solo una cosa es complicado, hay temporadas altas y otras donde el movimiento es un poco más lento. Colaborar con Maison Escarlata ha sido importante porque, después de un tiempo, Edgar y yo hemos encontrado un lenguaje bueno para la marca. Sí, se puede vivir de diseño, pero diversificándolo: diseño joyas, muebles y he colaborado con accesorios para La Multicolor. Si quieres vivir de esto, haz que funcione.
LM- ¿Cómo se siente salir en Vogue?
AA- Cuando me avisaron que estaba en Vogue Italia, no paraba de gritar. Fue gracias a la plataforma del Mercedes Benz Fashion Guatemala. Hicieron un gran trabajo de PR (Relaciónes Públicas) e invitaron a varios editores de revistas de México, Italia y varios lugares. En esa oportunidad presenté “No. XV”, inspirada en los Quince Años, me planteé cómo serían si le celebraran a un adolescente. Trasladé la iconografía, tocados, las telas a looks masculinos. Me inspiré en los uniformes de gala de los colegios. Bueno, si un chavo hace su fiesta, ¿qué usaría? De pronto el traje de gala de su colegio, blazers, shorts… Es una de mis colecciones favoritas. En backstage era un manojo de nervios y sentimientos. Sacar una colección es algo muy personal porque siento que le muestro a la gente de dónde vengo y qué siento. Estás diciendo cómo te sientes de forma visual y lo estás sometiendo a la crítica. Es un ejercicio fuerte. Al terminar, estaba hecho un mar de lágrimas. José Forteza, editor senior de Vogue Latinoamérica, se me acercó, tenía lágrimas en los ojos y me dijo: me conmoviste. El tema le llegó, y le llegó bien. Unas semanas después me llamó un amigo querido y relacionista público de la marca, Nando Yax: “Estás en Vogue Italia”, y yo me quedé como: “no puede ser”. Quería que amaneciera para poderlo compartir. Nunca pensé que iba a salir en una revista que veía de niño, fue surreal. No me lo esperaba. También recibí menciones en Vogue México y Traffic de Costa Rica, por mencionar algunas. El apoyo de los medios, especialmente del país, ha sido súper importante.
La entrevista termina. Alexander ha terminado el té que nos acompañó durante la conversación, me muestra algunas de las obras que cuelgan de sus paredes y un retrato con la técnica wet plate. Es una persona genuina, un anfitrión amable, un artista honesto, fuerte, que busca cambiar la narrativa del país, una puntada a la vez.