Deméter, la prosperidad y la fertilidad

 dentro de Goddess

“Good Demeter mothering keeps a child in the heat and passion of life which immortalize and establish soulfulness…”.

– Thomas Moore, poeta romántico irlandés.

Primogénita, hermana mayor de Zeus, hija de los titanes Cronos y Rea, nieta de Gea. Deméter es una diosa con un aspecto como nacida de la tierra, con una piel tersa, el cabello con un tinte rojizo natural, la mirada cautivadora y un espíritu que emana armonía cuando interactúa con el entorno que la rodea.

Ella es la diosa de la agricultura y de la fertilidad. Es la encargada de proteger la cosecha, de hacer crecer los alimentos, de cuidar al ganado, de velar porque las producciones en los campos sean prolíferas, robustas y saludables, no solo por su propio interés sino para compartir con el resto. Esta es la verdadera prosperidad que busca, la de todos en conjunto.

En la mitología griega, Deméter es una de las diosas más antiguas a quien se le considera como una madre, ella da vida, engendra, procrea, cuida y vela por el bienestar de los demás de una manera desinteresada. Su grandeza como mujer radica precisamente en estas características, y sobre todo en la sanación, ya que confía fielmente en la regeneración, tanto del suelo como de las personas, de los corazones sagrados.

Deméter, la prosperidad y la fertilidad

Esta figura femenina es sinónimo de sabiduría e inteligencia, virtudes que compartió con los demás para que sus conocimientos trascendieran. En señal de agradecimiento, enseñó el arte de la agricultura a Triptólemo, el primer mortal en aprender para después hacer de Grecia un pueblo en el que todos pudieran obtener sus propios alimentos.

 

Esta diosa griega es la semilla del saber; y cuando ésta se comparte se contribuye desmesuradamente al progreso, el cual se debe continuar regando para mantenerlo vigente y vital. Ella, que surge de la tierra y cuida de ella, demuestra que la relación entre persona y naturaleza es mutua, que ambas se cuidan entre ellas, ambas se hacen crecer.

La prosperidad que personifica Deméter está relacionada directamente al servicio. Porque sirviendo a los demás es como realmente crecemos nosotros, es como realmente obtenemos abundancia, esa que nos hace sentir satisfechos, felices y completos de manera espiritual e intelectual, no material.

De ella podemos aprender que nuestra siembra hoy será la cosecha que nos dará de comer mañana. Así que debemos estar alertas y conscientes día con día de velar por las acciones que puedan traernos consecuencias o beneficios; así como de la manera en que cuidamos de nosotras, de nuestra salud mental y física para que en el futuro persista sana.

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The protective force of a mother

Deméter era la madre de Perséfone, una joven con una belleza nata, con un gran poder emocional y una doncella inocente que tenía un lazo estrecho con su progenitora. Sin embargo, también era reconocida por tener otras fuerzas ocultas, ya que se le conocía como la reina del inframundo.

El amor que la diosa griega tenía por su hija era inmenso, inmensurable e infinito. Tanto, que, cuando Perséfone fue llevada por Hades, el dios del inframundo, para contraer matrimonio con ella, la Tierra sufrió cambios drásticos y fue testigo de cómo el poder de Deméter podía generar un desorden en todos los elementos naturales.

Se dice que desde ese entonces surgieron las cuatro estaciones del año. Cuando su hija retornaba con ella por algunos meses, la primavera se hacía presente, pero cuando volvía al lado oscuro, el invierno y las hojas marchitas se adueñaban de los terrenos y campos en donde se suponía debía haber vida y alimentos.

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La ira es peligrosa, es una emoción que si no se controla puede llegar a lastimar a otros e incluso a cambiar el curso de la naturaleza. Por esto, cuando las cosas no pueden cambiar a la manera en que nosotros quisiéramos, debemos buscar dentro de nuestras virtudes la aceptación, templanza y la paciencia, de manera que los beneficios sean principalmente a nuestro beneficio.

Esto es parte del ciclo de la vida. Debemos entender cuál es nuestra posición tanto como madres e hijas, el amor que damos, el respeto a las decisiones de otros y sobre todo el amor en forma de libertad que cada uno merece tener. Como mujeres siempre estamos cuando otra nos necesita, pero es necesario vivir con desapego, porque el sufrimiento será solo nuestro.

Somos dueñas solamente de nuestra persona, de lo que nos permitimos sentir y de los actos que hacemos. Seamos conscientes de que debemos cuidarnos a nosotras primero, de aquí surge el amor propio.

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