Nuestra verdadera esencia

 dentro de Inspiración

Ana Beatriz Saravia

 Somos seres de luz dotados de dones maravillosos. Somos seres de amor.

El término diosa se refiere a una deidad o divinidad a la cual se le hace referencia, y dentro de la mitología griega existen varias de ellas que son caracterizas por virtudes específicas. Están las protectoras, las sabias, las representantes de la belleza y la juventud, de la sensualidad y el amor, las que cultivan las artes y las que velan por el hogar, el matrimonio y enaltecen la feminidad.

Desde la antigüedad, estas diosas han evidenciado cómo las mujeres han sido y continuan siendo fieles guardianas de los valores. Son dignas representantes del poder femenino que con su fuerza logran transformar culturas y países, así como rescatar familias y comunidades completas.

Parte de nuestra naturaleza como mujeres es que tenemos la cualidad de dar vida, nutrir, criar y cuidar. Paralelo a esto, de igual manera poseemos un lado guerrero, luchador y tenaz que nos hace capaces de levantarnos una y otra vez, restablecer, recuperar y rehabilitar a otros mediante nuestra fe, resiliencia y esperanza.

En definitiva somos seres de luz dotados de dones maravillosos, seres de amor. Estamos compuestas por fuerza, determinación y coraje, además de receptividad, espiritualidad y gentileza; y cuando integrar todos estos elementos que nos forman nos sentimos completas, con plenitud, confianza, seguridad y gozo.

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El riesgo de vivir por los demás

Esta es nuestra esencia femenina, pero, si somos todo eso ¿por qué hay veces que no lo sentimos así?

El problema es que nos hemos alejado, perdido e incluso olvidado de nuestra verdadera esencia por vivir sumergidas en un mundo de complacencias, patrones, creencias, paradigmas, estereotipos, y lo que ‘debería ser’ en lugar de aceptar lo que es.

De acuerdo con Rafael Echeverría, en su libro ‘Ontología del lenguaje’, llevamos un estilo de vida caracterizado por regirse en juicios ajenos y delegamos a los demás la autoridad de emitir dictámenes que nos afectan. Como mujeres estamos sujetas a un sin número de reglas y creencias dictadas por la sociedad, e incluso nosotras mismas hemos sido promotoras de este estilo de vida sin autenticidad.

Lo lamentable de esto es que se convierte en una condena permanente el vivir a la merced de complacer a los demás, y con esto solo conseguimos insatisfacción. Si continuamos así, con el tiempo nos desconectarnos de nuestro poder femenino porque dejamos de escuchar esa voz interna y sabia, esa voz experta que conoce nuestras historias de vida.

Nos alejamos tanto de nosotras mismas que llegamos al punto de no saber qué nos apasiona, qué nos hace vibrar, qué nos ilusiona y nos emociona. Nos volvemos apáticas, definido por Wayne Dyer como “alguien que ha perdido la conexión con su fuente divina. Una persona sin entusiasmo.”

Nuestra verdadera esencia

Confiar en nuestra identidad

Entonces, ¿cómo logramos salir de este estado? ¿Cómo escapamos del espejismo que se nos vende sobre lo que deberíamos hacer para ser exitosas, aceptadas y felices? La respuesta radica unidamente en: reconectar y reconocer nuestra verdadera esencia.

“Somos el único ser en el universo que cuestiona o duda sobre lo que realmente es. El hombre es el único ser que le dice NO a su increíble potencial y capacidad por no saber y conocer dicho potencial, por no conocer quién realmente es”, Mirjam Wagner.

Debemos reconocer que somos polvo de estrellas, divinidad, grandeza y sabiduría. Incluso, algunas de las mujeres maravillosas que han logrado destacar en este mundo, como la Madre Teresa, Maya Angelou, Oprah Winfrey, Isabel Allende, Rosa Parks, por mencionar a algunas, fueron y son hechas de lo mismo que nosotras; la diferencia está en que ellas han tenido la consciencia de su verdadera identidad.

Aquí es donde radica el verdadero inicio del cambio, en el hacernos conscientes de nuestra identidad. La reconocida autora Debbie Ford, en su libro ‘Your holiness: Discover the light within’ escribe un poema que resume lo planteado:

Que pueda saber quién soy y qué soy, en cada momento de cada día.

Que tenga el coraje para emitir mi voz, incluso cuando sienta miedo.

Que pueda abrazar con amor la totalidad de mi ser, mi oscuridad, al igual que mi luz.

Que sea lo suficiente valiente para escuchar mi corazón para permitir sensibilizarme, para escoger siempre la fe y no el miedo.

Hoy es el día para soltar todo aquello que se anteponga entre mi humanidad y lo  sagrado de mi divinidad.

Que siempre logre vivir desde mi divinidad y bajo el encanto y la guía del amor.

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