“Yo soy más fuerte”
¿Alguna vez has sentido un fuerte desasosiego, que te hunde profundamente? ¿O has sentido un dolor incontenible en el pecho, que te asfixia y te angustia? Para muchos de nosotros, vivir este tipo de episodios no es normal. Pero para otras personas, es parte del día a día. Vivir con algún tipo de trastorno mental no es fácil. Es una carga emocional muy grande que muchas personas alrededor del mundo cargan. Ese es el caso de Mercedes Zeceña y María Fernanda Videa.
Mercedes y María Fernanda son dos mujeres trabajadoras y soñadoras. Mercedes es periodista, trabaja en medios de comunicación y en el campo de las relaciones públicas, mientras que Mafer, es una joven mamá que trabaja en un call center y estudia Ciencias de la Comunicación. A simple vista, ambas aparentan ser personas comunes, quienes tratan de ser la mejor versión de ellas mismas. Pero tras esa sonrisa amable que las caracteriza, se encuentran dos de los trastornos mentales más comunes en nuestra sociedad: el trastorno de ansiedad y el trastorno bipolar maníaco depresivo.
De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cinco personas sufren de alguna enfermedad mental. Lamentablemente, con el paso del tiempo, estos números no parecen mejorar en lo más mínimo. Estudios de esta misma organización indican que la salud mental, a nivel mundial, cada vez está más deteriorada. Esto debido a los fuertes conflictos de los que diferentes partes del mundo ha sido víctima, o bien la fuerte presión de la sociedad de hoy. La depresión y la ansiedad, particularmente, son condiciones que incrementan con la edad y afectan más a mujeres que a hombres.
Existen casos de depresión y ansiedad que no son tratados inmediatamente, ya que el estigma de nuestra sociedad, nos hace subestimar este tipo de situaciones. En ocasiones, el sufrir de alguno de este tipo de trastornos se cataloga como “debilidad” o “falta de carácter”, en lugar de una señal de alerta.
En el caso de Mercedes, esto no fue así. Un martes de 2015, cuando ella tenía 23 años, mientras circulaba por la zona 10, Mercedes escuchó el sonido de un disparo, “creí que me había pegado en el abdomen” recuerda. “Mi mundo se detuvo por un instante.
Mi cuerpo se entumeció, sentí asfixiarme, hormigueo en el cuerpo y el corazón acelerado” continúa.
Mercedes sentía que iba a morir, según ella su cuerpo había recibido un balazo. Así que detuvo su carro y empezó a pedir ayuda a las personas que estaban circulando en la calle. Nadie la ayudó. Llegó un agente de la policía de tránsito a auxiliarla. Ella, muy fuera de sí, le explicó que la habían disparado. El agente la vio detenidamente, pero no vio ninguna herida. Ella, sorprendida, comprobó lo que él había dicho y comenzó a llorar. Mercedes estaba sufriendo su primer ataque de pánico en plena calle.
Se dio cuenta que algo no estaba bien, que todo había sido producto de su mente y decidió pedir ayuda. Su madre, quién estudió consejería psicóloga, supo diagnosticar lo que estaba pasando. Sin embargo, Mercedes estaba segura que había algo más de fondo. “Sabía que era miedo intenso a algo, pero tenía que descubrirlo a través de un tratamiento psiquiátrico” nos cuenta.
Pero los trastornos mentales se manifiestan en diferentes etapas de nuestra vida y de diferentes formas. Mafer tenía apenas 10 años cuando comenzó a sentir que algo en ella no estaba bien, “me sentía muy triste todo el tiempo” recuerda, “sabía que eso no era normal para mi edad”. Así que decidió entender qué era lo que pasaba con ella y comenzó a investigar. Descubrió que posiblemente podía tener depresión, pero decidió guardar silencio.
“No me sentía cómoda hablándole a mis papás sobre qué era lo que sentía o lo que me pasaba” nos cuenta. Pasaron los años y fue hasta que cumplió 16 años que Mafer logró tener la confianza para contarle a sus papás qué pasaba. A partir de entonces, empezó a recibir la ayuda que tanto necesitaba, terapia y medicamentos especiales que la ayudaran a controlar su situación.
Tanto Mafer como Mercedes han recorrido un largo camino. El proceso de recuperación de ambas ha sido complicado y difícil. Ambas ansían tener una vida “normal”, lejos de la terapias y sin la angustia e incertidumbre de vivir estos cambios abruptos de emociones o ataques de pánico. “Aprendí a valorar mi vida como nunca y a cambiar radicalmente mi exterior e interior” nos cuenta Mercedes. Por su parte, Mafer ha llegado a un punto en que ha aprendido a vivir con ello, “es algo que uno tiene que aprender a controlar. Una vez ya lo logras controlar, ya no es cosa del otro mundo” dice.
Llegar a ese punto de confianza, no ha sido fácil. Para ambas ha requerido un gran trabajo de introspección y, muy importante, el apoyo de sus familias y amigos. El hecho que en nuestro país, las enfermedades mentales aún son un tabú o el gran elefante en la habitación del que nadie quiere hablar, también complica tal proceso. Por eso, para Mercedes, es importante que cualquiera que esté pasando por una situación similar sepa que no está solo, “no llueve para siempre” dice Mercedes.
Pero lo más importante en todo el proceso de recuperación es no avergonzarse. Para ambas, un trastorno psicológico no significa que se es fenómeno o raro. “No se sientan mal” dice Mercedes, “valoren lo que esta linda vida tiene para ofrecer y hagan que su historia sea de ayuda e inspiración para otros” finaliza. Para Mafer, mejorar es cuestión de uno mismo “Controlarlo en cosa de uno, se cual sea la situación que estés pasando. Todo está en tu mente” nos dice. Ambas han descubierto que ellas son más fuertes que sus trastornos y es esa fuerza la que las he permitido salir adelante.