Isabella y Juan Ignacio Maegli
Los hermanos Maegli, atletas olímpicos en el deporte de vela, crecieron cerca del agua y de la navegación desde muy pequeños. Su padre, también atleta olímpico de vela en tres olimpiadas, fue quien los introdujo a este deporte y les inculcó el amor ferviente y el gozo por la navegación, elementos clave que hoy los mueve.
ISABELLA MAEGLI: SOBREPASANDO BARRERAS
Al inicio de la cuarentena, Isabella residía en Tenerife, pero regresó a Guatemala para prepararse para competir en este ciclo olímpico. El trabajar con un nuevo entrenador fue uno de los tantos cambios que trajo la pandemia, además de las restricciones a la movilidad que entorpecieron los entrenamientos.
Atitlán y Río Dulce fueron las locaciones en donde entrenó la atleta. El estatus de clausura de estos cuerpos de agua debido a la cuarentena fue un factor que Isabella superó, pues su equipo se esforzó para conseguir los permisos necesarios para seguir trabajando duro y alcanzar la meta final: Tokio 2021.
También existía el reto de subir de peso, pues la complexión pequeña de Isabella muchas veces le dificulta el manejarse en un barco grande, pero esos detalles, esos impedimentos, no detienen a la navegante.
Dejar ir el control, tomar la valentía
La resiliencia de Isabella viene del aprendizaje obtenido en situaciones en las que es necesario soltar el control. Nos comenta que es una persona tan organizada, que realiza sus planes de entreno con un año de anticipación, pero como nos sucedió a todos, experimentó los efectos de falta de predictibilidad y se vio obligada a llevar la flexibilidad que caracteriza a la navegación, a su vida diaria. “El deporte de vela requiere de mucha flexibilidad, siempre dependemos del viento y éste cambia sin aviso”, cuenta. El ser un poco pequeña para su velero hace que Isabella dependa de un viento medio para competir en condiciones óptimas.
“Aprendí a poner esa flexibilidad y adaptabilidad en práctica en el resto de las cosas. Sentía calma en tener todo bajo control, pero aprendí a hacer las cosas de forma diferente.”
Un momento que probó la valentía de Isabella fue cuando a sus 13 años empezó a batallar con un desorden alimenticio. Luego de una competencia en la que su corazón alcanzó un latido muy por encima de lo normal, muchos le dijeron que ya no podría competir. A lo largo de su vida, Isabella escuchó muchas veces que por su género, su peso y sus limitaciones no podría alcanzar aquello que hoy en día es su realidad.
“Era parte de mi sueño probarle al mundo que podía hacer eso que amaba y que no importaba de dónde viniera o mi tamaño.”
Su papá fue quien siempre le recordó que todo aquello que Isabella veía como desventajas, no podían competir con la pasión que la llevó siempre tan lejos, y cada vez que quería renunciar a aquello que la movía, le recordaba que las excusas no eran una realidad.
El poder de las historias
Isabella también se siente inspirada al escuchar historias de personas que tenían todo en su contra, que quizás clasificaban como “underdogs”, competidores con pocas probabilidades de ganar, pero que aún así lograron crear una vida inspiradora.
Los fracasos que más afectan a la atleta provienen de su vida personal, pues las caídas son duras durante de la intensa recuperación tras sus trastornos alimenticios. Aún así, Isabella demuestra su coraje al interpretar los fracasos como “experiencias”.
“Al final eso me hizo crecer y llegar más lejos. Siempre me recordaba que estaba en un mejor lugar y que estaba haciendo y luchando por algo que yo quería. Es diferente estar en una lucha sola que estar en una lucha en el agua compitiendo contra otros barcos, es realmente un privilegio.”
A pesar del dolor que causa perder una competencia, Isabella reflexiona sobre cada resultado no favorecedor y aprende de ello. En Tokio 2021, cuando el viento no la favoreció, nunca dejó de intentar romper las barreras y continuó dejando todo su empeño y espíritu en el barco. Aún en la frustración, la atleta encuentra tiempo para vivir el duelo, para sentir todas sus emociones, pero de igual manera seguir adelante y absorber todas aquellas lecciones que le presenta el camino, siempre con la frente en alto.
La valentía que ha desarrollado en el arduo camino del deporte llevó a Isabella a proponerse ser más compasiva consigo misma, tanto con su cuerpo como con su mente, pues el aceptar la realidad y mostrarle amor, también es un acto de valor.
JUAN IGNACIO MAEGLI: CAMPEÓN DESDE EL NACIMIENTO
El niño de 4 años que observaba a su padre practicar vela con tanta pasión sigue viviendo dentro de Juan Ignacio Maegli. Con más de 28 años de practicar el deporte, el atleta continúa esforzándose como lo ha hecho desde el primer día y poniéndole todo su corazón desde el momento en el que sus pies tocan el barco.
El ganar la medalla de oro en los Juegos Panamericanos del 2019 fue una victoria que Juan Ignacio nunca olvidará, pues luego de dos lesiones y una operación, el proceso de obtener esta 5ta medalla Panamericana fue sumamente difícil y conllevó de 6-7 meses de terapia física.
“Fueron un montón de emociones diferentes las que viví a través de ese periodo de cuatro años y medio, desde la lesión hasta que sentí que estaba al 100%”
Durante esa prueba, la resiliencia y la determinación fueron lo que mantuvieron a Juan Ignacio en pie. La satisfacción que obtuvo al ganar la medalla fue enorme y sabía que estaba en el camino correcto para enfocarse en un ciclo olímpico.
Los Juegos Olímpicos de 2021 contaron con resultados inesperados para todo el equipo de Juan Ignacio, pues a pesar de la preparación y del esfuerzo, los frutos no alcanzaron el nivel deseado. La decepción, el sentir como si hubiera defraudado a aquellos que lo apoyaron no mermaron la certeza de que su autoestima no se encuentra atada a un ranking. Juan Ignacio considera que el trabajo de su equipo no se vio reflejado en el desenlace de la competencia.
Asumir el reto
El fracaso para Juan Ignacio se define como el no aprovechar oportunidades. La resiliencia para continuar luego de estas experiencias la encuentra al motivarse para encontrar otro chance y aprovecharlo, sabiendo que en el futuro mil puertas más se abrirán.
El enfrentarse a personas de diferentes partes del mundo que quizás contaban con mejor preparación, hizo al atleta darse cuenta de la gran resiliencia y valentía que requería cada momento de su entrenamiento. En el agua Juan Ignacio siempre da la milla extra y se asegura de ponerle todo el corazón a navegar.
“Sabía que si le quería ganar a esas personas tenía que entrenar más, esforzarme más, hacer todas las cosas mejor. Desde pequeño me volví resiliente. Cuando las cosas se fueron complicando más, contaba con el espíritu para sobreponerme a esas dificultades.”
Pruebas de fe
La prueba de fuego para esa resiliencia vino durante la pandemia. El modo de entrenar cambió completamente. “Es muy fácil entrenar cuando se tiene una meta cercana a la vista, pero cuando empezó la pandemia había muchísima incertidumbre sobre si se iban a realizar las olimpiadas o si se iban a cancelar. No podíamos ir a entrenar vela.”, comenta. “Fue una prueba de carácter.”
La adaptabilidad es algo que la pandemia le ha enseñado, pues sabe que no controlamos qué va a pasar ni hoy ni mañana.
“Por mucho que uno tenga planes o metas, nada es seguro. Debemos vivir un poquito más día a día y aprovechar el presente al máximo.”
Los hermanos Maegli son la prueba de que la perseverancia, un corazón valiente y un buen sistema de apoyo pueden lograr que un deportista sobresalga más allá de sus limitaciones.