Ana María Rodas
Periodista, escritora, catedrática, madre, abuela y bisabuela, son algunas de las palabras con las cuales podríamos describir a Ana María Rodas. Una mujer de espíritu libre, apasionada por la feminidad y orgullosa de sus raíces guatemaltecas. No puede faltarle un buen perfume ni sus huipiles y para ella, toda ocasión suele ser buena para llevarlos puestos.
Ana María siempre ha sentido una gran pasión por las letras, la escritura y la lectura. Su padre, quien también era periodista, solía llevarla a la imprenta en donde se imprimía el diario El Informal, nos cuenta como, “el olor a tinta y el ruido de las rotativas eran muy atractivos para mí durante esas visitas. Me encantaba que los compañeros de mi padre me recibieran como a una niña, pero al mismo tiempo, me hablaran de lo que estaban haciendo en ese momento, cuando escribían para el diario”. Fue así que Ana María decidió incorporarse al mundo periodístico.
A los trece años, comenzó a trabajar de periodista en un periódico en el que solía escribir pequeñas notas de diferentes temas. Entre sus catorce y dieciséis años se enfocó en la crónica deportiva y poco después se convirtió en la primera reportera mujer de Guatemala. Siendo reportera, le tocó cubrir los eventos, acontecimientos y noticias de tres de los Ministerios del país.
Ana María nos comenta que su forma de escribir adquirió ese estilo gracias a lo que aprendió siendo periodista y lo que vivió durante la liberación feminista de los años sesenta. “El oficio del periodismo me libró, cuando comencé a escribir literatura, de la cursilería, del palabrerío, de la repetición de términos caducos, muertos, ya que el lenguaje de un buen periodista debe ser claro, conciso y directo”.
Por otro lado, nos cuenta que el haber crecido entre niños, el estar constantemente rodeada de ellos y el oír cómo hablaban le enseñaron otro tipo de lenguaje—un lenguaje que en aquella época no era típico de una mujer o de una niña.
“El haber vivido en esa época prodigiosa me otorgó una libertad, una visión diferente y fresca de las cosas que se reflejan, sin duda, en la poesía y en la narrativa que escribo”.
Su obra Poemas de la Izquierda Erótica es reconocida como la obra literaria que marcó el inicio de la narrativa feminista guatemalteca. Sobre el papel de la mujer en la sociedad, Ana María comenta que, “afortunadamente en estos tiempos, las mujeres nos hemos apropiado del lenguaje. Y eso es símbolo de libertad”. Vivimos en una época donde hemos dejado de hacernos a un lado en los lugares donde se toman decisiones y suceden cosas importantes.
Y ella, siendo Ministra de Cultura y Deporte, es un ejemplo de cómo las mujeres realmente podemos llegar a posicionarnos para contribuir al cambio. La lucha de nuestro género ha llegado lejos, pero en nuestra sociedad—como en muchas otras—todavía existen asuntos que nos dificultan el camino.
“Como guatemalteca no me sorprendió que la ciudadanía tomara las calles y plazas para demostrar su inconformidad profunda con el estado de cosas en política”.
Y el día de hoy, Ana María tiene la oportunidad de participar en un gobierno de transición. Su labor como Ministra es una tarea dura de indagar, especialmente porque el descontento ciudadano exige soluciones rápidas y hay que enderezar todo aquello que se ha venido torciendo por varias décadas.
Para Ana María, existen muchas razones para levantarse día con día, entre ellas se encuentra el ver cambiar a Guatemala, advertir gozosamente cómo se desarrolla su familia, seguir siempre enterada de los avances científicos y sobre el universo ya que, “la búsqueda de nuevos horizontes es cosa inherente al ser humano”. Y a ella le hace falta mucho por descubrir y más importante, mucho por contar.
“Me convertí en la mujer que soy, viviendo con todo lo que eso implica en un país como Guatemala”.
Cuéntanos un poco acerca de tu niñez.
Viendo hacia atrás, mi niñez fue especial porque tanto por el lado de mi padre como por el de mi madre, había fuertes nociones de libertad familiar. Había orden en la casa, naturalmente. Y prosperaba en ella la cultura: mi padre era periodista pero también pintor, fotógrafo y aficionado a la música: tocaba piano, guitarra y mandolina. Mi madre era una lectora infatigable y a nosotros nos leía todas las tardes el capítulo de algún libro interesante, incluyendo crónicas españolas del siglo XVI y nos explicaba aquel lenguaje. Así aprendí a leer y escribir entre los cuatro y cinco años.
Vivimos buena parte de la infancia y adolescencia en el Callejón Aurora, entre la 13 y 14 calles de la zona uno. Un pequeño callejón entre la 10ª y la 11 avenidas. No había niñas para jugar con ellas y jugaba con los amigos de mi hermano, que eran cuatro o cinco años mayores que yo. Íbamos a barranquear atrás de Gerona, jugábamos beisbol (no softbol) y todos los juegos de los varones.
¿Alguna vez imaginaste llegar a dónde estás hoy en día?
A lo largo de mi vida de trabajo, que no termina aún, he sido periodista sobre todo, pero trabajé tres años en la Embajada de Francia en los años 70; y cinco años en la Embajada de Estados Unidos en los años 80, en asuntos culturales. Siempre regresé al periodismo y desde 1984 soy profesora universitaria. En la USAC, en la Marroquín y desde 1994 hasta la fecha, en la Landívar.
En la actualidad, y como parte del Gobierno de Transición que preside Alejandro Maldonado soy Ministra de Cultura y Deporte. No he dejado mis clases, ni mi columna dominical en El Periódico. Y con mi equipo de trabajo hacemos todo lo que está a nuestro alcance para poner las cosas en orden en el Ministerio. Es muy poco tiempo, pero en enero veremos los resultados de nuestros esfuerzos. Es un ministerio cuya trascendencia no ha sido percibida por gobierno alguno. Bien dirigido puede crear una enorme riqueza para el país, que llegaría a todos los rincones de Guatemala.
En cuanto a mi cargo actual me parece que es valioso no subirse a un ladrillo y marearse. Todo trabajo tiene que hacerse bien y es lo que importa.
¿Qué le aconsejas a la próxima generación de mujeres guatemaltecas?
Con mucho agrado veo las funciones de las mujeres guatemaltecas, de todas las etnias; y me parece que no hay que dar consejo alguno, sino apoyar, desde donde una se encuentre, las importantes labores que realizan tanto en lo rural como en lo urbano. Ha habido un gran cambio entre las mujeres, y aún falta más. Pero están presentes en todas partes y saben que nadie les va a dar nada. Hay que tomarlo con valor y decisión.
Redacción: Cecilia Amador
Fotografía: Emmanuel García
Joyería: Alessa Designs
Maquillaje: MAC Cosmetics
Peinado: Eddy Uker
Locación: Museo de Arte Moderno “Carlos Mérida”
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