ANA MARÍA COFIÑO

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Una mirada hacia el feminismo guatemalteco

Los movimientos feministas de América Latina cobraron fuerza durante las décadas de guerras internas, entre los años 1960 a 1980; y posteriormente algunas se involucraron en los proceso de paz que le siguieron a los años de conflicto.

La participación de las mujeres en estos escenarios fue y sigue siendo clave; no solamente para colocarnos en una situación de equidad frente al género masculino, creando oportunidades y velando por el respeto a nuestros derechos, sino también para exigir la justicia necesaria para la dignificación de las víctimas de guerra.

Una de las herramientas más poderosas de los movimientos feministas son los medios de comunicación. Durante este período, Latinoamérica vio nacer revistas como Fem (1976-2005) en México, con pioneras como la escritora Alaíde Foppa, que difundieron las ideas del feminismo y fueron precursoras de la igualdad en todos los aspectos que dignifican la condición humana.

En Guatemala, mujeres como Rigoberta Menchú (Premio Nobel de la Paz) y Myrna Mack han destacado por su labor en defensa de los Derechos Humanos. Luz Méndez (UNAMG) y Carmen Álvarez (Organización Maya Quiché Kaqla) son algunas, de muchas, quienes han luchado y lo seguirán haciendo hasta lograr valer los derechos de las mujeres.

Mujeres como Ana María Rodas (Poemas de la Izquierda Erótica) y Anamaría Cofiño, han impulsado el feminismo a través del mundo editorial, apoyando a difundir las ideas y lograr cambios por medio de sus publicaciones.


El Conflicto Armado Interno en Guatemala cobró la vida de más de 250,000 personas; el 25% fueron mujeres y un 88% de ellas fueron víctimas de violencia sexual, según la Comisión de Esclarecimiento Histórico.

La fuerza editorial para difundir la visión feminista

Anamaría Cofiño comenzó a involucrarse con el feminismo mientras estudiaba antropología en México. Fue allí cuando escuchó por primera vez hablar sobre este movimiento, que con sus ideales y motivaciones, despertó en ella una curiosidad insaciable. 

Su primer contacto literario feminista fue El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, que encontró en una librería llamada Gandhi, del Distrito Federal. Aquellas ideas inmediatamente conectaron con todas las intrigas y cuestionamientos que ella tenía sobre la sociedad en la que vivía. Desde entonces, inició sus estudios e investigaciones sobre este movimiento filosófico, político y social. Acorde a ellos, comenzó a trabajar con mujeres artesanas que hacían cerámica de barro en Amatenango del Valle en Chiapas; y dicha corriente le proporcionó las herramientas teóricas para realizar la investigación sobre ellas y comprender la realidad que las rodeaba.

México, desde la década de los setenta, fue un ambiente que se prestaba a llenar su pasión e interés por el feminismo. Era una sociedad más libre y democrática que Guatemala. Contaba con variedad de recursos de investigación y editoriales que brindaban información sobre el movimiento. Publicaciones como La Revuelta y Fem, nutrían el panorama con la importancia y relevancia que tiene la participación femenina dentro de la sociedad.

Entre muchas, Jesusa Rodríguez, una mujer artista y feminista, conformaba una escena cada vez más enriquecedora en el D.F., presentando el feminismo de maneras diversas. “Jesusa era dueña de un bar, El hábito, en donde montaba unos espectáculos increíbles cargados de un sentidos del humor político muy fuerte – nos comenta Ana – conocí a muchas mexicanas que dentro de esta filosofía, eran muy abiertas. Me encantó el mundo que mostraba esa realidad”.


“Si a los problemas sociales, como la pobreza, les colocamos el lente de género, nos damos cuenta que las más empobrecidas, con el nivel más alto de mortandad y analfabetismo, son las mujeres” 

Aquella sociedad progresista se conformaba por personas que cuestionaban el sistema, de distintos ideales y con pasados políticos fuertes. Muchos eran exiliados políticos del Sur y Centroamérica, que eran azotadas por la violencia de los conflictos armados, la opresión de las dictaduras militares y el conflicto ideológico. “Como antropóloga, aquello fue un paraíso ya que conocí a personas dentro del contexto universitario con quienes me identificaba porque compartíamos los mismos intereses. Además, salí de Guatemala en 1976 cuando la represión política iba en aumento”, expresa Anamaría.

Las noticias del Conflicto Armado Interno en Guatemala llegaban a través de los periódicos que leía, recortaba y guardaba. Aquellas historias marcaron en ella la necesidad de hacer un cambio en su país. “Dentro de las atrocidades que ocurrían -nos explica- muchos jóvenes de mi generación que se quedaron fueron asesinados. Yo no podía darle la espalda al Conflicto”.

Al regresar a Antigua Guatemala se involucra con el mundo de los libros. En 1987 inaugura la Librería del Pensativo. Dicha plataforma le permitió dar a conocer libros y publicaciones que fomentaban el pensamiento crítico sobre la situación del país.


“Feminismo es la lucha que hacen las mujeres, a lo largo de la historia, a favor de las mujeres. Se ha consolidado como una filosofía, una lucha política por los derechos de las mujeres, la equidad, educación, el derecho al sufragio y, sobre todo, el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos”

Inspirada por el suplemento progresista Doble Jornada del periódico mexicano La Jornada, comienza a planificar la creación de un medio de comunicación y difusión dedicado a los valores del movimiento feminista. “Siempre tuve la ilusión de crear una revista que le diera un espacio público al feminismo. Cuando regresé se estaban llevando a cabo los planes de negociación para la Firma de los Acuerdos de Paz. Fue entonces que conocí a distintas mujeres que ya habían comenzado el movimiento”, comentó.

En 1992 nace Luna Llena, una página en Siglo XXI publicada cada 28 días (de allí su nombre), que recogía la mitología de la mujer bajo la lupa de un análisis sobre la realidad guatemalteca. “Nos encantaba armar esa página, era un proceso creativo en el cual todavía teníamos que cortar las columnas y pegarlas” expresó.

Durante este tiempo las agrupaciones de mujeres comenzaron a cobrar cada vez más fuerza, manteniéndose como posición de apoyo y lucha contra el racismo y otras problemáticas, como el apoyo que brindó la publicación a Rigoberta Menchú cuando, ese mismo año, le fue otorgado el premio Nobel de la Paz.

Dicha visión fue tomando su curso, unificando varias mujeres expertas y de oposiciones establecidas en sus distintos campos de trabajo. “Vinieron mujeres de Doble Jornada a asesorarnos, ya que nosotras no teníamos experiencia haciendo una revista. Sacar el feminismo del clóset fue un momento de transgresión, ya que en Guatemala aún se mantenía la concepción errónea que el feminismo era sinónimo de comunismo” nos comentó Ana.

Así nació LaCuerda en 1998, un espacio que otorga protagonismo a mujeres de todo el territorio, buscando sensibilizar la opinión pública hacia las distintas problemáticas que afectan el país. El mensaje era claro: “La mirada feminista es compleja, ya que trata de entender aquello que se calla por conveniencia y se deja oculto. Esto con el fin de explicar y entender por qué suceden fenómenos de exclusión y opresión dentro de nuestra sociedad” explica.

Una vez involucradas en el proceso, cobró vida otro proyecto. La publicación de un libro impreso que mostrara la cara de la historia que siempre se deja fuera; recopilando nombre de más de cien mujeres que desde el siglo XIX y 2010, contribuyeron a la creación y formación del feminismo guatemalteco, como Vicenta Laparra ( 1834-1905), quien fundó el periódico La Voz de la Mujer. 

La Sociedad Gabriela Mistral en la década de los años veinte a los cuarenta, luchó por el derecho al voto, a la educación y al trabajo digno. Durante la Revolución del 44 existieron organizaciones que obtuvieron su primera participación política activa en varias manifestaciones. Una de estas fue la Alianza Femenina Guatemalteca“, comenta Ana.

Es así como se unifica un equipo de mujeres historiadoras, sociólogas, antropólogas y comunicadoras para realizar un libro, el primero de su clase en Guatemala, llamado: Nosotras las de la Historia – Mujeres en Guatemala (siglos XIX a XXI); con un tiraje de tres mil ejemplares que distribuyeron en centros educativos y organizaciones del interior del país.

El lenguaje de su narrativa fue ideado para lograr comunicar las ideas a todas las personas, especialmente aquellas que no cuentan con un nivel de educación elevado. “Ocurrió un fenómeno maravilloso, ya que hay mujeres que no saben leer y, sin embargo, le piden a sus hijos, que van a la escuela, que se lo lean”, nos cuenta.

Hoy en día, Ana sigue trabajando como editora de la publicación feminista LaCuerda, trabajando con un grupo de mujeres que seguirán alzando la voz, haciendo cambios, luchando por la justicia y la equidad.

“Cuando tengo ese libro en mis manos puedo decir: ¡aquí estábamos! Estuvimos siempre y por mucho que nos quieran seguir callando, ¡aquí estamos!”


Texto por Lourdes Galindo

Fotografía por Pepe Valenzuela

 

 

 

 

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