Haciendo las paces con Mr. Hodgkin

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Me olvidé del cáncer, ¡y que bien se siente!

Entre el cumpleaños de mi hija, el mío, un paseo a la playa y Semana Santa me olvidé de él. Por algunos días me sentí otra vez yo, con capa de súper chica, llena de energía, enfocada en mis proyectos y lista para cambiar el mundo.

Aprendiendo a vivir mejor

Fueron pocos días entre quimios, pero me dio muchos ánimos el sentirme así. Me hizo pensar que a veces nos afanamos tanto por lo que no tenemos, que dejamos de poner atención a lo que sí; y cuando realmente valoramos lo que sí tenemos, nos cae como un balde de agua fría cuando nos damos cuenta cómo hemos desperdiciado el tiempo en cosas que no valen la pena.

Durante las últimas semanas empecé a hacerme la pregunta que muchos que han pasado por el cáncer me dijeron iba a ser inevitable: ¿por qué a mi? Siempre me he considerado una persona con buena salud, me enfermo poco, intento hacer ejercicio, mantenerme activa, como de todo pero sin excesos… ok, no corro maratones (esas se las dejo a mi hermana y cuñado) ni voy al gimnasio, pero he intentado llevar una vida balanceada en todo sentido. Soy el primer caso de linfoma Hodgkin en mi familia…entonces ¿por qué a mi? Y lo único que oigo en mi cabeza es cri, cri, cri…

Alguien me dijo, “no se trata de entender el por qué sino el para qué llega esto a tu vida y qué vas a hacer con ello”. Qué difícil encontrarle respuesta al para qué, no sólo en situaciones como el cáncer, sino para todo lo que nos pasa en la vida. Todos tenemos una lucha distinta que podemos convertir en segundas oportunidades y en un nuevo despertar. Todos tenemos eso que aunque no lo queramos, llega tarde o temprano de diferentes maneras. Lo difícil es reconocerlo, aceptarlo y atreverse al cambio.

Recibí un mensaje que decía, “Gracias por ser un ejemplo para las que llevamos 60 años vividos y aún no podemos aprender a vivir mejor”. Me impactó y mucho. Cuántas veces tenemos todo frente a nosotros para dar ese paso, pero decidimos ignorarlo y la vida se nos pasa. Mi segunda oportunidad vino a través del cáncer, y para mí, el principal reto es saber cómo seguir después de esto cuando veo la vida totalmente diferente a cómo la había pensado. Solo sé que no quiero más de lo mismo…¡tremendo acertijo!

Todos somos sobrevivientes

En este camino he visto cómo distintas personas han vencido el cáncer y llevan vidas totalmente sanas, menos preocupadas, más enfocadas en el día a día. Aunque algunas siguen luchando contra él, afirman que es el menor de sus problemas. Muchas han pasado años sin regresiones y otras, a pesar del tiempo transcurrido, están en medio de exámenes esperando que los nuevos resultados no sean más que falsas alarmas. En la octava quimioterapia supe que una amiga que tuvo leucemia, después de varios meses de terminar su tratamiento, se enteró que el cáncer había vuelto a su cuerpo. Me hizo pensar en tanto y, sobre todo, en cómo le hacemos frente a algo así. ¿Cómo sobrevivimos?

Poco a poco he ido entiendo que ser sobreviviente no tiene que ser una palabra a usar en futuro. “Tu eres sobreviviente desde el día que recibiste el diagnóstico y decidiste hacerle frente”, me dijo Helen, amiga que luchó contra el cáncer de ovarios hace 2 años y de quien he aprendido muchísimo. Yo siempre había conectado el sobrevivir a situaciones que uno atraviesa y logra terminar, por supuesto, con vida, pero ahora me doy cuenta que a diario todos somos sobrevivientes desde que despertamos y decidimos vivir ese día. Para mí ha sido de gran inspiración la vida de otras mujeres, amigas que a pesar de las adversidades que han afrontado, como quedarse viudas muy jóvenes, perder hijos, madres o padres (y no por el cáncer sino por otras situaciones) se han levantado, han decidido enfrentar el cambio, ajustar sus planes y decirle sí a la vida con todo lo que traiga. ¡Son sobrevivientes como todos nosotros!

Los regalos que me ha dado el cáncer

¿Qué te hacen en las quimioterapias? Es una de las preguntas que más me hacen. Gracias al apoyo de muchas personas puedo afirmar que mis quimioterapias no son para nada aburridas. La medicina llega a mi a través de un aparatito o port que tengo en mi cuerpo y se conecta a una bomba externa para regular la cantidad de medicina y velocidad a la que entra al corazón y venas, algo así como un puerto USB; me enchufo y desenchufo. Mientras esto pasa, puedo hacer muchas cosas como comer, caminar, recibir visitas, platicar o dormir…sobre todo después del Istaprin que a veces dudo si no me ponen doble dosis en el hospital para tener mucho sueño y no preguntarles tanto. ¿Quisiera estar en otro lugar en vez de 8 horas en el hospital? A veces sí, pero otras no. Llevo 8 quimioterapias y ninguna ha sido igual. Amigos y familia se han encargado de hacerme esas horas muy entretenidas y divertidas y han sido un medio de unión para todos nosotros.

Otros de los principales regalos que he recibido en este camino han sido las personas que he conocido. Entre ellas está el equipo de enfermeras que un jueves cada 15 días me reciben. Lydia, Odi, Ana y Yesenia siempre me tiene listo un té de manzanilla. Me han visto llorar, dormir, hablar cosas sin sentido, preguntarles lo mismo una y otra vez, se han reído de mis chistes aunque sean repetidos y me han tomado de la mano. Cada jueves me reciben con una sonrisa, no importa si ellas han pasado un mal día o una mala noche o si llevan horas de estar en turno. También se han vuelto mis cómplices cuando se me ocurre alguna idea loca, como en la última quimioterapia que estaba cumpliendo 9 años de casada y sorprendí a mi esposo con un amigo cantante que llevó su guitarra al hospital para dedicarnos algunas canciones..¡Sí, soy una romántica!

Remisión, es la palabra que todos queremos escuchar cuando tenemos cáncer. Yo oí la mía antes de lo que imaginaba. Fue en la séptima quimioterapia, el 7 de abril cuando el doctor revisó los resultados del Pet Scan que había hecho unos días atrás. “Ya no hay actividad tumoral”, me dijo, “estás en remisión mija”. Pensé que en un momento así yo iba a dar saltos de alegría, saldría corriendo por toda la habitación, pero extrañamente no fue así. Todavía me cuesta usar o decir la palabra remisión y ni siquiera sé si hablar del cáncer en pasado o en presente…”su-rrea-lis-ta” diría mi comediante favorito en su último show.

Mi esposo y yo estábamos juntos, ambos nos vimos sin terminar de entender qué significaba realmente. A medida que el doctor nos explicaba comprendimos que el tratamiento estaba siendo efectivo, que la medicina pegó en mi cuerpo, pero que a pesar de ser un buen paso en el camino aún hay camino que andar. Remisión no significa curación. Mi tratamiento es de 12 quimioterapias, al momento llevo 8; la última está programada para finales de junio de este año y un Pet Scan más en julio. Luego, un chequeo a los 6 meses y chequeos anuales por 5 años. En algún momento de ese tiempo va entrar en acción la palabra curación. Pienso que allí, en ese entonces, tendré mi respiro, mi caer en cuenta que de verdad pasé por todo esto.

Patólogo, oncólogo, cardiólogo, cirugano, anestesiólogo, hematólogo, infectólogo, nutricionista, inmunólogo y aún puedo agregar dos o tres más a lista. Sin duda, la sanación física está más que cubierta, y ese es otro de mis grandes regalos. Pero es mi sanación emocional la que depende totalmente de mí y la que probablemente va llevar más tiempo. No quiero quedar peleada con el cáncer, quiero estar en paz con él y decirle: “Hola, iniciaste la batalla pero no la terminaste. Gracias por todos los aprendizajes que trajiste a mi vida; los entendí, pero es momento que tú sigas tu camino y yo el mío”.

Que así sea.

Melissa Larín es una diseñadora gráfica de 37 años. Fundadora de Menta y Torojil, madre de dos hijos que le gusta viajar, con espíritu aventurero.

“This is your life, do what you love”-Holstee Manifiesto

 

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