LA HISTORIA DE LISSY

 In Confidential, Mente

Más de 300 niños y niñas pueden ser adoptados en el país, según el Consejo Nacional de Adopciones. Sin embargo, más de 200 son de un rango de edad de difícil ubicación, por ser mayores de tres años, tener necesidades médicas especiales, físicas y/o psicológicas, o ser grupos de hermanos. Lissy pertenece al segundo grupo. Llegó a su nuevo hogar cuando tenía 6 años y esta es su historia.

Siete años atrás, a 200 kilómetros de la ciudad de Guatemala, en Quetzaltenango, una mujer llegaba apresurada a la casa de la comadrona de su comunidad. Dio a luz a una hermosa niña de cabello oscuro. “¿Puede traerme un vaso de agua por favor?”, le pidió a quien había atendido el parto. Su solicitud fue concedida, pero al regresar la madre primeriza se había marchado dejando a la recién nacida.

La comadrona notificó a las autoridades y la foto de la bebé apareció en distintas publicaciones, pero nadie la reclamó. Pasó a ser una más en los hogares de abrigo estatales. Permaneció durante tres años en Quetzaltenango, por si alguno de sus familiares la buscaba. No llegó familiar alguno o personas interesadas en adoptarla. Después de todo, resulta difícil cuidar de una niña con paladar hendido y labio leporino. Sofía Elizabeth, el nombre de la bebé, fue enviada a Zacapa, a Creeré, un programa del Consejo Nacional de Adopciones (CNA), que alberga a menores de edad legalmente adoptables que no están dentro de las expectativas comunes de las familias adoptantes. Son niños, niñas y adolescentes mayores de 7 años, con necesidades médicas especiales, físicas y/o psicológicas, o grupos de hermanos, que crecen institucionalizados en hogares de protección y abrigo. Según el CNA, “para estos niños y niñas se identifican a las familias especiales y dispuestas que cuenten con las mayores fortalezas parentales que les permita cubrir las necesidades de los mismos, esto con el debido acompañamiento profesional para garantizar su integración a la familia”.

Sofía Elizabeth creció institucionalizada, había llegado a la edad límite para permanecer en el hogar de Zacapa. De no encontrar una familia adoptante, sería trasladada al Hogar Seguro Virgen de la Asunción, corría 2016. La tragedia que causó la muerte de 41 niñas, en ese mismo lugar, sucedería un año después.

LA HISTORIA DE LISSY

José López y Susana Argueta se conocieron hace 11 años, su química era evidente. Salieron algunos meses y decidieron casarse. Procrearon a cuatro hijos: dos niñas y dos niños, que actualmente tienen 2, 4, 5 y 8 años.

Hace cuatro años, José enfermó y fue sometido a 13 cirugías. La familia estaba preocupada, pensaron que no lograría sobrevivir, pero lo logró. Prometieron que, de salvarse José, su familia adoptaría a un quinto hijo. Escucharon de un programa que alberga a los niños que nadie quiere adoptar, se acercaron al CNA y conocieron el programa Creeré.

Hace dos años visitaron una casa de niños y niñas desnutridos y la familia compartió con ellos. José descubrió que compartir el cariño con una persona a la que ve por primera vez resultaba más fácil de lo que creía. Así terminaron de convencerse de que su camino era la adopción.Fueron a la charla informativa que imparte el Consejo, entregaron la papelería que la institución solicitaba, se sometieron a evaluaciones psicológicas, sociales y jurídicas para que verificaran si resultaban aptos para recibir a un menor de edad, y esperaron 10 meses.

“Uno piensa que es como en las películas, que llegas y eliges al niño o niña que te llevarás, pero el CNA decide quién se ajustará a tu familia según las cualidades del niño y tuyas”, cuentan Susana y José, sentados en el sofá de su casa, una fría mañana de diciembre. Transcurrieron dos meses y les indicaron que podían llegar y conocer a Sofía Elizabeth, o Lissy, como le llaman de cariño. La familia preparó videos de la casa, de cada uno de los nuevos hermanos, de su mascota y enviaron una foto a Zacapa, al hogar donde la niña vivía y llegaron a conocerla. “Uno imagina una escena de cuento de hadas: ambos padres abriendo los brazos para que la niña llegue y los abrace”, pero no sucedió así. Lissy empezó a llorar y abrazó a su cuidadora, así permaneció durante 2 horas. Le ofrecían juguetes y abrazos, pero no se tranquilizaba. Los nuevos padres decidieron jugar un rato con ella y poco a poco fue cediendo, pero prefería estar con Susana. Transcurrió una semana y pudieron salir los tres a dar una vuelta en Zacapa, para que fuera acostumbrándose a Susana y José. Transcurridos unos días, se marchó a su nuevo hogar, en la Capital.

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Lissy llegó a casa de los López Argueta en estado de desnutrición, tenía 6 años pero utilizaba ropa para tres. Al principio estaba un poco ansiosa y llegó un poco agresiva. Lograr que se adaptara a la rutina de su nueva familia resultaba un verdadero reto y Susana empezó a ir al psicólogo para que le ofreciera herramientas para apoyar a su nueva hija, “los primeros meses era difícil, me sentía mala mamá”. Sin embargo, lograron salir adelante y Lissy ya cumplió un año con su nueva familia.

La aceptaron en el colegio al que asisten sus hermanos, “la maestra fue una pieza clave para que el grupo la acogiera. De hecho, la directora nos comentó que, de las cuatro secciones del grado, la de Lissy resultó la más empática, no hubo conflictos”, cuentan con orgullo los padres. La niña va a terapia del habla y ya entiende el idioma alemán.

Todavía le faltan cuatro cirugías más para corregir el labio leporino y paladar hendido y algunas citas con el dentista pero es una pequeña feliz. Lissy ha llevado mucho a su familia: amor, paciencia, entrega; ellos esperan que sea una persona feliz, que se gradúe del colegio, estudie en la Universidad, y que, algún día forme una familia. “Hay retos todos los días, pero el amor es más fuerte”, creen firmemente los López Argueta que iniciaron con la página “Decido adoptar” para compartir su testimonio y apoyar a otros padres interesados en iniciar el trámite de adopción. Su conclusión es que “hay que abrir el corazón a la adopción, todos tenemos los mismos miedos pero podemos cambiarle la vida a una persona y, a cambio, ella nos la cambia también”.

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